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sábado, 17 de febrero de 2024

ACUÉRDATE DE QUE YA ES PASADO


CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

Acuérdate de que ya es pasado

y de que volverán a estar las golondrinas

de tu juventud y de tu infancia

en un paño de rosas enmarcadas.

Acuérdate de que ya es pasado

y que hiciste las cosas buenas que quisiste,

las que te acariciaron febrilmente la cabeza

y te impulsaron a muchas horas de embeleso.

Acuérdate de que ya es pasado

y de que te equivocaste mil veces en tu empeño,

en las noches inquietas y tranquilas,

buscando un amor por desamor preso.

Acuérdate de que ya es pasado

pero sigue escribiéndolo en los libros de plata,

emborronándolos, marcándolos

con un brazado de bondades y de antojos.

Acuérdate de que el pasado pasa

aunque tú seguirás danzando

por las esquivas plazas de la vida,

buscando en el mañana tus conquistas.

Acuérdate también que otro futuro

puede ser muy fácil alcanzarlo:

simplemente un lloro, una emoción sublime,

y seguirás sintiendo en tus entrañas

las auroras azules que lograste.

jueves, 23 de noviembre de 2023

ARRULLO


(Cristóbal Encinas Sánchez)

Alud y arrullo, como un canto al día,
confinado en tu recinto amoroso,
resististe a salir, no presuroso,
de tu morada en meses de vigilia.
Reunidos en los últimos momentos,
tus abuelos, tus padres y tus tíos
te esperamos con gusto y optimismo,
llevamos aguardando tanto tiempo.
Fuiste sorpresa, nos diste el aliento
hasta el último esfuerzo de tu madre,
que dilató tu mundo y así viniste
en un feliz y ansiado advenimiento
ante la fiel presencia de tu padre.
La luz sonó y quiero ahora decirte
que las horas crecieron para amarte.

miércoles, 28 de junio de 2023

LA MATANZA DEL CERDO

Cristóbal Encinas Sánchez

                  Era a mediados de noviembre, las ocho de la mañana, apenas se veía. Subidos a la tapia del corral, varios niños esperaban la matanza del cochino más grande que habían visto. Decían los de la casa que pesaba veinte arrobas. Se habían levantado muy temprano para ver con todo detalle los pormenores de tan meticulosa operación.

              El matarife había afilado convenientemente sus cuchillos de varios tamaños. Un gancho grande, con un gran curva por un lado para adaptarse a su muslo, desentonaba por el otro extremo con un pincho retorcido. Mientras, el agua hervía en la caldera puesta al fuego, borboteando de manera escandalosa por la rápida combustión de las aliagas.

               Una botella de aguardiente seco se coge a la mano del más sediento para echarse un trago y lo comparte con los que forman el cortejo fúnebre. Este acompañará, en la retaguardia, al osado matador hasta la zahúrda, donde duerme tranquilamente el marrano. El pequeño rumor que lo despierta no es usual, es sigiloso, y lo asusta a esas horas tan desacostumbradas de un día un tanto raro.
               Los niños se quedan a la zaga y ven cómo el agresivo portador del nefando instrumento se acerca silencioso al indefenso cerdo, si acaso hablándole con un ligero gruñido de confianza, para calmarlo. Mal lo lleva si no lo engancha bien por la barbilla a la primera vez, pues sufrirá aún más. Su asesino da un fuerte tirón con el gancho y le clava por debajo del labio, en el maxilar inferior. La triste comparsa le socorre al momento con unas manos empeñadas a las orejas, al rabo y a los cuartos traseros.
                Se arrastra al que va al sacrificio y, sobre un banco de madera con fuerte armazón, se tumba al desdichado. ¡Qué pena, cómo chilla desconsolado! Se encuentra solo, afligido viendo venir todas las traiciones. Cada uno de los asistentes tira para un lado, lo tienen maniatado, casi no puede respirar y le están dando la irritación más dañosa de su vida. Los cardenales le están brotando por todo el cuerpo y sus carnes se endurecen. Hay un hedor de muerte que trasmina y que es más fuerte que el de las heces que se le escapan, abundantemente, al maltratado.
                Un surtidor de sangre casi hirviendo sale tras clavarle en la garganta el certero puñal y esta empuja la mano del matarife. Al momento cae en un torbellino al lebrillo para ser removida por una mano delicada y ágil que la estruja, y así se va haciendo la molleja. Atrás quedan las horas placenteras comiendo aguanosos higos y otros frutos, tomates y bellotas; las revolcadas del verano, que se prolongaban durante horas en los charcos del huerto bajo las higueras. La vida no le durará ya más que un minuto.
                Alguien le dice a los chavales que se acerquen y le den vueltas al rabo, porque es la manera de que no se le quede ni una gota de sangre en el cuerpo. Después del último estertor, ya exánime, los niños, frunciendo el ceño, van con el dedo dispuesto para tocarle las orejas, los ojos y la lengua, y ven la muerte. Han comprobado que ya no se quejará más, después de tantos quejidos y esfuerzos para escaparse.
                De sus carnes saldrán los chorizos, los tocinos, la butifarra y las morcillas ansiadas esta misma noche. Su manteca se utilizará para hacer los mantecados de la Navidad y las tortas de chicharrones, aparte de untarla en una rodaja de pan tostado en la lumbre.

                 De él, todo se aprovechará menos la gracia de sus andares que le robaron. Pero esta quedará impregnada en la esencia en sus jamones, para el disfrute de los que durante tantos meses lo cebaron.

lunes, 26 de junio de 2023

UN CERDO OBEDIENTE

Cristóbal Encinas Sánchez

            Un amigo le preguntó a otro que tenía el raro oficio de porquero, que por qué siempre se jactaba de que sus cerdos le hicieran caso cuando les hablaba para que no se metieran en fincas ajenas. Le respondió que estaban sembradas de hortalizas y para que no las destrozasen, los nombraba. Simplemente lo hacía por satisfacción para que aprendieran. 

                Reacio el amigo a creerse estas bromas, que le parecían una exagerada tomadura de pelo, le propuso que se echaran una apuesta, allí donde pacían, y comprobarlo por él mismo. El porquero le respondió que no tenía inconveniente en demostrárselo, y el otro aceptó de buen grado.

Le preguntaría algo muy personal a uno de los cerdos y que este, seguramente, le contestaría. Y que la respuesta se la daría haciendo ligeros movimientos repetitivos de su extremidad trasera izquierda. Comenzó la prueba.

                El cuidador se acercó al cochino y, con voz susurrante, le preguntó:

                —¿Cuál es la pata del porquero?  

                El cerdo lo miró muy atento, como pensativo, pero no hizo ningún gesto especial con su extremidad, por lo menos de momento.

                —Te lo diré de otra manera – entonces le hizo un extraño ruido con la boca: "tlo, tlo, tlo"...,pero nada.

                Se acercó un poco más al cerdo, mostrándole la mano y haciéndole un gruñido que él conocía bien: "uhrrr, uhrrr... Acto seguido empezó a rascarle el lomo y al cerdo, inmóvil, parecía gustarle. Siguió rascándole por la barriga, sin prisa. Continuó de forma suave hasta que el marrano dio muestras de querer tumbarse. Se arrellanó y se tumbó, cómodamente, sobre su lado derecho. El hombre le rascaba sin pausa y el cerdo resoplaba, ostensiva y placenteramente. Este rascar continuo se alargaba en un ambiente de relajado que al animal le producía una ligera somnolencia; siguió pasando la mano por  la frente, la papada, el pecho, las nalgas.

                Con una voz pausada, el hombre se disponía a hacerle la misma pregunta otra vez, sin dejar de acariciarle en el pabellón de la oreja. Le habló a este como si lo hiciera a una persona ávida de recibir sus palabras. Y en ese instante se produjo el milagro: fue cuando le introdujo el dedo índice en el oído y lo sacudió varias veces, con ritmo, a la vez que le preguntó:

                —¿Cuál es la pata del porquero?

                Automáticamente, como un resorte, el animal levantó su pata izquierda y con un movimiento convulsivo la zarandeó varias veces queriéndole decir:

                —"Esta es la pata, esta es".

                Después de la demostración, descansó el cerdo llevando su pata sobre la otra en reposo, feliz. Con rotundidad, el porquero se dirigió a su amigo:

                —¿Te has dado cuenta, hombre, cómo responde a mi pregunta?

                Este se quedó un poco extrañado pero se reía a carcajadas cuando el porquero insistió otras dos veces más con la misma pregunta y el animal dio la consabida respuesta. ¡Increíble!


viernes, 23 de junio de 2023

LLUVIA

 


CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

De sorpresas es la lluvia

si el agua es mansa y menuda:

para los campos es vida,

para nosotros, fortuna.

LA ILUSIÓN NOS HACE FELICES

CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ 

      Descubrir los productos de la Navidad y un regalo perfecto, es posible, y mejor si es barato. Por 9,99 euros adquirirás un pantalón de pana, talla 9m, para un niño entre los 6 meses y un año de edad. Jerséis de colores que impactarán en el pequeño, por el mismo precio. "Esta es la Navidad que tú necesitas". Entonces, en tu soledad, no caes en que hay personas que necesitan muchísimo más que tú, con el agravante de que casi todas están olvidadas, desatendidas. Pero tú sigue buscando, que encontrarás las prendas que aún tienes que estrenar, "la ilusión nos hace felices". Si viajas a ver los campeonatos de fútbol, que se note que tú has estado allí, que has vitoreado y te has sentido grande, satisfecho, porque has encumbrado tu ego. Ahora sí tienes argumentos para consolidar tu felicidad.

     ¡Cuánto me aburre comprar y comprar! solo porque te lo dicen, aunque hay personas que lo necesitan urgentemente. Hemos pasado de una abstención importante durante la pandemia y la guerra –las cuales todavía permanecen–, a buscar desaforadamente cosas que hemos tenido apartadas. Naturalmente hay que tener empeño para todo y comprar pero hay que olvidarse de los "fridayblack" y otros reclamos inoportunos porque así lo que conseguimos es atorar todos los armarios, y los desvanes, arrumbando las cosas.

LA TRATA DE PERSONAS

 CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

    La "trata de blancas" es una expresión que allá en mi juventud, en mi ignorancia total, no tuve la consciencia de lo que significaba, ni hasta dónde podrían llegar sus insidiosas garras. Es muy vergonzoso que, a estas alturas con tantas leyes como hay promulgadas, de vigilancia y de control no se denuncie al menor indicio cuando se nota en la calle. Estas mujeres y niñas, que son convencidas de que en un país como España van a encontrar un trabajo, al llegar aquí se dan cuenta de que han sido engañadas por esas redes de traficantes, y entonces pasan a ser esclavas, y están desoladas. Los consumidores de sexo tienen la culpa final de esta infame actividad. El sufrimiento de este colectivo de mujeres denigradas, e infinitamente maltratadas, es continuo y tienen por delante un calvario, ya que tampoco pueden denunciarlo ante la policía porque sus familiares pueden ser perjudicados en su integridad. Ardua tarea tienen la policía y la justicia para desarticular estas bandas. Los gobiernos tienen que extremar y aplicar todos los medios de que disponen y crear ya la Ley integral contra la trata de seres humanos. Solo así se podrán remediar los efectos de esta lacra que utiliza los más variados artilugios para camuflarse. Y claro está, con la aportación de una sociedad siempre vigilante.