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viernes, 20 de octubre de 2017

DESATENTO EN PLENILUNIO


Cristóbal Encinas Sánchez
       De cómo empezó a suministrarse aquella sustancia tóxica , no sabemos nada. Solo se puede especular con que era una noche del ardiente verano y no durmió, que digamos, en aquella luna iluminada y radiante.
Sus ojos cantaban y sus miradas iban dirigidas, principalmente, a una chica morena con el pelo largo. Tres coincidencias que podían hacer una noche inolvidable: una buena compañía colmada de sueños en una noche de fiesta que crearon el majestuoso escaparate de ser libres durante unas horas.

Como la noche se presentaba cargada de entusiasmo y él era muy dado a lisonjear el oído de las chicas guapas, intentó crearse un entorno agradable, sobornable, con buen rollo. Los requiebros afloraban a su boca con tanta elocuencia que las chicas le sonreían y bailaban con él. Aceptaban sus miradas desafiantes, atrevidas y, cómo no, lascivas que no le daban descanso ni un momento. Tuvo una sucesión de momentos extáticos, sublimes, dignos de un cuadro costumbrista.    
Eran las cinco de la mañana. Al lado de la tapia, frente a un roble próximo  –galardonado con un premio a una obra maestra de la Naturaleza y al mejor árbol adornado en las últimas  Navidades–, los festejantes vitorearon al anfitrión, que dispuso de lanzarse a la piscina desde una gruesa rama que la cruzaba por una esquina. Su cara reflejaba un esplendor que le hacía estar por encima de todo lo que allí ocurría.                                                                                                                     
A modo de despedida, el galán henchido de su fantástico triunfo en el universo, presa de un estado eufórico, saltó gozoso desde su improvisado altar. Con la dosis que se había administrado, se creyó tener alas y que era indemne a todo, sí a todo menos a la altura.

jueves, 19 de octubre de 2017

PERRA MIRADA

CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ
        Cuando el encargado de la finca llegó corriendo hasta el mejor cerezo, miró al muchacho que estaba subido en él a la altura de la primera cruz. Lo enviaba el propietario de la finca para comprobarlo, pudiendo constatar que José, tranquilamente, estaba comiéndose los apetitosos frutos.                                                                                  
El emisario, jadeante, se volvió por donde había venido para comunicárselo sin demora a su jefe. Este fue rápido adonde estaba el ladrón, y se dirigió a él con decisión y arrogancia:
—¡Oye, tú!, ¿cómo te has subido ahí? –le miró con desprecio.
— Pues, agarrándome y gateando por el tronco –le contestó José.
— ¡Bájate, que quiero hablar contigo! –le replicó en tono amenazante.
El joven se bajó del árbol y pasó inmutable cerca de aquel perro fiero, que estaba atado a una cadena en derredor al tronco, y en la dirección a su amo.
 —¡Dígame usted!
—¿Has subido al cerezo tan temerariamente, con este aquí atado? –señaló al mastín.
—Ya ha visto usted que acabo de bajarme y he pasado junto a él –le respondió el muchacho.

En ese momento se terminó la conversación. El perro miró con cara suplicante al furioso amo, al verle hacer un brusco movimiento de su mano hacia atrás. Este sacó la pistola de su funda y, a poca distancia, le disparó dos veces sin parpadear. Al instante, el animal cayó al suelo como una espuerta de barro.                    
El perro no fue tan fiero con aquel intruso que había hurtado las cerezas al amo de manera tan elegante. Lo peor para el patrón fue que también le robaran su prestigio y eso no se lo perdonó. Al no defender sus propiedades, no cumplió con su deber y eso le afrentó. 
Para el ofendido ese no fue un problema que no pudiera solucionar sobre la marcha, y sin inmutarse.
(NO A LA VIOLENCIA)

miércoles, 18 de octubre de 2017

POEMA AL AGUA


BELÉN ENCINAS HAYAS

Agua, agüita,
llueves menudita, 
mañana, tarde y nochecita.
Cuando vaya al colegio, párate,
descansa, que voy apresuradita.
Y si sale el sol
y sigues tu tarea,
el arco de colores
en el cielo te espera.
Rojo, amarillo, verde y violeta,
todos los colores
tu cuerpo atraviesan.
Oh, agua, agüita
del día y de la noche,
¡que seas bendita!

jueves, 12 de octubre de 2017

TERCERILLAS SOBRE TUS OJOS


Cristóbal Encinas Sánchez

Mis deseos confinados
lo están por tus ojitos,
que los tienes resguardados.
Con tu mirar, que es claro,
yo me encontré esta mañana:
todo el día fue un regalo.
Si me esquivas con tus ojos,
los caminos se retuercen
y nos perdemos nosotros.
El día treinta de abril
ya no te echaré los mayos:
no te fijaste en mí.
Cuando pases por el parque
dígnate mirar atrás,
que escondido espera alguien.
No me mires más, o mírame
sin pensar por qué me miras;
mírame así u olvídame.

miércoles, 11 de octubre de 2017

DONDE LOS SUEÑOS BUENOS

CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

Y ella, soñando, me invitó al lugar
de los sueños buenos y como siempre
no quiso apartarme de su lado.
Con sus buenos pensamientos me rodeó
y con la fuerza de su espíritu 
me apartó de las iniquidades.
Comencé a tener cabida en su cabeza,
y me envolvió con sus ideas mejores:
entonces me asenté en el paraíso.

Ella ahora no está a mi lado,
y recordarla me entristece.
No puedo resolver el pasado inaccesible
del absurdo transcurrir de aquellos días.

martes, 10 de octubre de 2017

SOL QUE ME FALTA

CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ   
                                                      
Sol que me falta en irónica tarde
en la que siento que me quedo inerme
ante la noche en la que defenderme
sin luz, con una cerilla que no arde.

Sostengo en esta mano débil pluma,
que no atrae palabras cariñosas
ni descifra las frases caprichosas,
enredos, cumplidos, deseos, bruma.

Cansado de errar en el desatino,
me paro en cualquier receso y busco
a alguien que me ofrezca en el camino

las razones claras que aún rebusco
en el fondo de mi alma desquiciada,
que me saquen de sendas, pues me ofusco,
maltrechas de esta vida desolada.

martes, 3 de octubre de 2017

AMOR CANALLA

Cristóbal Encinas Sánchez

Lastras, como siempre,
de tu locura enfebrecida
mi silueta ya arruinada.
Desierta soy de lozano sentimiento,
y de amor desposeída con tal saña.
Tú que me infectas con tus besos
y ese mirar apasionado;
yo que me dejo caer en el olvido
de todas las cosas,
de mi cuerpo,
de mis palabras,
teniéndome a tu lado.
Aunque siempre me adules o castigues,
no me importa,
porque soy reliquia de molidos huesos,
por esos celos que en mi carne clavas
como un puñal avieso
que hundiéndose acaricia,
una vez y otra,
la recién herida suturada.
No añoro tu aliento perdurable
ni apartada estoy de tus deseos;
y sufrir, como mártir, me supone
comprobar tus equívocos.
Aunque me devuelvas el beso
de tus colmillos que me sangran,  
mi cuerpo lo soportará,
porque es ese tu deseo:
sufro como el animal triunfante,
que siempre ha de ser fiero.
Y me infectas con tu látigo
que te hace sentirme propiedad amenazada,
y a mí desprotegida, eviscerada;
porque para ti soy la conquista hecha
que todavía has de reconquistar.

Y si no soy así -me dijiste-
ya no seré nada.
¡Pero tú, tampoco serás nada,
el día que yo no mantenga mi silencio,
cuando alguien pueda hacerse eco
y escucharme decir estas palabras!